Re-imaginar el helado ¿sabores imposibles?
Hay sabores que existen, y sabores que deberían existir. Porque si el helado puede ser de carbón vegetal, ¿por qué no de “abrazo de abuela” o “playlist de reguetón en la ducha”? En esta heladería creemos que el paladar también tiene imaginación, y que los sabores imposibles son los que más sentido tienen, porque subvierten emociones y ponen en notas gustativas aquello que no se expresa con palabras.

Por ejemplo, podemos inventarnos un helado con sabor a “domingo de septiembre”. Probablemente sería suave, como la cama que abraza en una mañana que no debería terminar; con notas de naranja-piña, un gusto ligero a canela y ese toque de nostalgia que nos envuelve cuando la luz tenue del sol se filtra por las rendijas de la ventana, y, en nuestra mente escuchamos, a lo lejos, los muñequitos de un televisor remoto. Tendríamos un sabor ligero y calmado, se evaporaría en la boca con paciencia, como una tarde de domingo en medio del vertiginoso ciclo de estudio o trabajo que tiene lugar en septiembre.
Y si de imposibles se trata, como no crear un helado que se llame “playlist de reguetón”; sabría a Caribe y a ritmo, y tendría un poquito de todo desde Bebeshito hasta el Chacal, pasando por Chocolate MC y los duos más explosivos de nuestra isla. A lo mejor sería de mango, con trocitos de piña y chocolate, con notas picanticas que nos haga mover las cejas y poner a bailar el rostro. Sería extremadamente divertido un sabor así, disruptivo, potente, que sin pedir permiso nos haga cantar y movernos como los más repas de la aldea mientras exploramos con el paladar las notas más sabrosas del género.
También pudiéramos imaginar sabores sensibles, que evoquen recuerdos o sentimientos incomparables: estaría el “abrazo de abuela” con sabor a flan o dulce de leche, o chocolate caliente en invierno; y un toquecito de algo que inexplicablemente nos remite a nuestra infancia; también tendríamos el “motivito familiar” con notas de vainilla, sirope de guayaba y chispas de colores, y esa sensación de familia que arropa con sonrisas mientras canta felicidades entre aplausos. Por último, descubriríamos el “primer amor” con un empalagoso gusto a fresa, a frutos del bosque y a aventura, indescriptiblemente dulce, con topping de caramelo y galletas, tan cargado e intenso como esos romances jóvenes que afloran cuando comenzamos a habitar el complejo mundo de las relaciones.
Los sabores imposibles no están en el menú, pero viven en la ilusión, en las ganas de descubrir y reinventar aquello cotidiano, íntimo y real; en esa comunidad que existe al filo de una publicación, que nos visita en todos los lanzamientos aventurándose con cada nuevo formato. También emergen de los clientes que nos preguntan de que son los sabores con nombres exóticos como la straciatella o el black hawaii, para probarlos, descubrirlos, amarlos. Son ustedes los que nos inspiran a mezclar, a fallar, a reírnos cuando el helado de maní con fresa no convence a nadie… y a celebrar cuando alguno dice “esto sabe a vacaciones”.






Porque el helado no es solo comida; es lenguaje, es juego, es una excusa para probar algo especial y diferente baja la consigna “hoy quiero algo distinto”, sin tener que explicarlo, evaluando opciones, descubriendo, quizás, un nuevo favorito. Y en Ela & Paleta nos encanta traducir esa emoción, esa adrenalina, en sabores, formatos, experiencias inolvidables. Quien sabe si algún día se invente el helado con sabor a “aquella vez probando algo nuevo en Ela & Paleta”.
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