Entre el arte y el sabor
Desde tiempos inmemoriales, el arte ha sido un vehículo entrañable para comunicar y conectar emociones, ideas y visiones del mundo. El helado, si bien más efímero, logra levantar también sensaciones profundas que escalan y se resignifican, desde alegría, nostalgia hasta deseo o sensualidad.
A primera vista, podría parecer que estas dimensiones de la vida distan muchísimo la una de la otra sin tener mucho en común, pero al contemplar mejor sus esencias, se puede descubrir cómo el arte y el helado comparten un vínculo fundamental: la capacidad de evocar lo sensorial y celebrar lo estético.
El helado, con su variedad de colores, texturas y sabores, deviene experiencia visual y gustativa que no se aleja demasiado de admirar desde la sensibilidad una obra de arte. Los cuadros, los frescos, los tallados, las esculturas y estatuas, todo aquello que nace de la obra humana en su afán de crear y representar aquello que habita la mente y el alma hallan en el compendio de color, textura, trazos y volúmenes, fragmentos de similitud con el universo complejo toda vez que sabroso del dulce postre frío que protagoniza este blog.
Hay esculturas de helado que desafían la gravedad, presentaciones que recuerdan a cuadros impresionistas, y sabores diseñados con la precisión de un compositor. El mundo de estas delicias evoca en sí mismo una suerte de modalidad artística que se aloja en la gastronomía y el placer por las cocinas y lo dulce.
Y es que, incluso en el arte contemporáneo, el helado ha sido utilizado como símbolo y material: desde instalaciones que se derriten lentamente para hablar del paso del tiempo, hasta fotografías que capturan su fugacidad como metáfora de lo efímero de la vida. Estas manifestaciones performáticas han encontrado también un derrotero de sentidos en la literatura y la dramaturgia, confiriendo un significado al helado que se asocia con la inocencia infantil, la ternura, la nostalgia y la alegría de un tiempo anterior, o bien con lo sensual y erótico, con el deseo, o con las diferentes dimensiones del placer, además de lo fugaz o lo juvenil.
Sin embargo, hoy, desde la casita rosada del helado, en nuestro afán de socializar cultura en torno a aquello que hacemos mejor, te queremos compartir algunos datos sobre la presencia del helado en las artes visuales y plásticas.
Existen dos obras que han calado en el imaginario artístico desde la visual a partir de estampas cotidianas asociadas al helado:
Por un lado “Helado” del artista francés Honoré Daumier (1865) es una pintura se enmarca dentro del realismo. Mientras su nombre remite al postre, su intencionalidad subyace en retratar con franqueza la cotidianidad de la clase trabajadora en la Francia del siglo XIX. En tal sentido el helado deviene símbolo de contraste entre lo efímero del placer y la crudeza de la vida.
En otra época y desde un movimiento diferente nace “El niño del helado” de María Blanchard (1924), un cuadro con una estética diferente en tanto alegre y colorida que se supedita al período cubista. La obra representa un niño con un helado en la mano que irradia una escena luminosa y nostálgica.
Y si se trata de las obras que emergen de los trazos y la apreciación de la realidad subvertida en colores y magia, tenemos un aliado muy especial que acompaña nuestro proyecto desde hace ya mucho tiempo. Se trata de Richi un caricaturista y artista del dibujo que ha acompañado nuestros talleres y eventos con su arte, entregándola a niñas, niños y toda persona que clama por su talento. Desde estas líneas agradecemos su compromiso con el arcoíris y su amistad orgánica y hermosa con nuestra heladería, al avez que lo felicitamos por su reciente exposición.
En consonancia con los talleres, también hemos alojado en nuestro hogar del helado espacios para la socialización en múltiples manifestaciones artísticas, desde el dibujo hasta la música e incluso la fotografía o la papiroflexia. Es así que podemos aseverar con orgullo que, trascendiendo aquellos lazos inexorables entre helado y arte, nuestra heladería ha devenido centro de inspiración y creación en una simbiosis orgánica con las maravillas del color y la magia de los trazos.
En definitiva, tras una lectura breve, pudiéramos decir con toda certeza que el arte y el helado se entrelazan en su propósito de conmover, de deleitar, y de recordarnos que, en lo cotidiano, también hay belleza.
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